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Salvadoreños Cuestionan a Obama en el Aniversario de la Muerte de Romero

San Salvador, El Salvador. 2011.

Después de pasar los tanques, soldados armados con M-16 y francotiradores entrenados por los Estados Unidos alineando la Avenida España, el presidente Obama fue recibido por la tenue sonrisa del Arzobispo de San Salvador, Monseñor José Luis Escobar Alas. Alas actuó como la guía principal del presidente a su destino final al célebre Catedral Metropolitana: la tumba del santo patrono de El Salvador de la paz, Monseñor Óscar Arnulfo Romero, quien fue asesinado el 24 de marzo 1980.

Como para no hablar de lo diplomáticamente difícil acerca de cómo la catedral fue uno de los centros principales de la protesta Católica y revolucionaria contra una serie de gobiernos apoyados por Estados Unidos, Alas le dio a Obama una copia de la biografía "Oscar A. Romero". El autor del libro, Monseñor Jesús Delgado, afirma en nombre de la iglesia saber quienes fueron "los asesinos intelectuales y los que apretaron el gatillo" en el asesinato de Romero. Alas pasó a entretener a Obama y su invitado, el presidente salvadoreño, Mauricio Funes, con historias acerca de los detalles arquitectónicos y artísticos de la catedral.

Entre el arte que rodea a Obama y su séquito en el nivel más bajo de la catedral donde descansa Romero esta uno de los 15 cuadros que componen la Vía Crusis, el camino seguido por Cristo en la Pasión, por el artista salvadoreño Luis Lazo. La pintura acrílica de 6 pies por 4 pies cuenta con un musculoso, sentado Poncio Pilato, con una mirada arrogante en su rostro mientras se prepara para condenar a la muerte el estoico silencio Cristo. Lazo donó la serie porque, le dijo a un periódico local, quería "santificar el lugar e invitar a los salvadoreños a la oración y la redención", ofrecida por la tradición del Vía Crucis.

En este sentido, la pintura de Lazo es un símbolo de las preguntas formuladas por millones de salvadoreños: ¿Obama reconocerá - y se disculpará por - el papel de su país en la formación, financiación y respaldo político de los gobiernos salvadoreño responsable de la muerte de Romero y otros más de 80.000, salvadoreños menos conocidos? ¿Seguirá los pasos de el presidente salvadoreño Funes, quien mencionó a Romero, mientras iniciaba un proceso de perdón formal después de ser elegido, como Obama, hace dos años?

En el trigésimo primero aniversario del asesinato de Romero por agentes paramilitares escuadrones de la muerte entrenados por los Estados Unidos, los salvadoreños quieren saber si Obama hará su parte para acabar con el espíritu de la impunidad que muchos de aquí sienten que está en el corazón de la brutalidad generalizada que hace su país uno de los países más violentos del mundo.

"Monseñor Romero es el símbolo máximo de la impunidad en El Salvador", dijo Ricardo Vaquerano, redactor jefe del popular periódico en línea El Faro. "La visita de Obama (a la tumba de Romero) es un símbolo importante porque crea espacios y tal vez envía el mensaje de que Estados Unidos cree que la justicia sea posible en El Salvador", dijo, y agregó, "pero los símbolos no son suficientes." Vaquerano se preocupa que los más de $ 200 millones en entrenamiento militar y equipo que Obama anunció esta semana tal vez sólo puede añadir más leña al fuego violento que es la vida cotidiana en El Salvador.

Para Vaquerano, como para muchos salvadoreños, El Salvador no va a ver más allá de su paz violenta después de la guerra hasta que se rompa la larga línea de tiempo de la impunidad, que se extiende desde el reclutamiento de 10 años de edad, de la Mara Salvatrucha, o la calle 18, miembros de pandillas en los barrios de chabolas de Apopa, a los líderes empresariales y militares salvadoreños presuntos de haber planeado el asesinato de Romero y miles de personas en la privacidad de mansiones en el exclusivo barrio de Escalón.

Mirando hacia abajo al Escalón desde una parte beatífica de las colinas del norte de Santa Tecla llenas de basura, Madre Luz Isabel Cuevas de 88 años de edad o "Madre Luz" aprecia la visita de Obama a la tumba de Romero. "Obama nos dio un buen gesto", dijo Cuevas, quien sonríe de la ironía de muchos militares vigilando la tumba de Monseñor. "Monseñor, probablemente se estaría riendo ahora mismo."

Si alguien en la Tierra de el Salvador sabe como Romero podría haber respondido a la visita de Obama, es Cuevas, es el último testigo aun viviendo del asesinato de Romero, su compañero de casa por mucho tiempo, amigo y " santo". Desde la silla de ruedas que utiliza para navegar su camino en el Hogar de Niños de la Providencia Divina, Cuevas dice que Romero habría "exhortado a Obama a amar, a ser una co-redentor con Cristo, para ayudar a los pobres".

Ella contrasta el amor Romero y el enfoque de la redención con el enfoque militar favorecido por los que en última instancia, le quitaron la vida. "Monseñor Romero nunca estaría de acuerdo con el envío de más militares, más armamento a El Salvador. Le diría a él (Obama) que, si quiere ayudar a El Salvador, que debería traer tortillas para mitigar el hambre y el empleo a todos aquellos que lo necesitan", dijo Cuevas.

Lo más importante, dijo Cuevas, Romero le pediría a Obama ayudar a poner fin a la impunidad en la parte superior de la escala social salvadoreño.

"Hasta que no haya una justicia que incluye a los autores intelectuales y materiales de su (Romero) y otros asesinatos", dijo, "no habrá justicia para nadie."